jueves, 20 de mayo de 2010

Claro! el box...

-A veces me duele que siga doliendo- dijo en un tono melancólico- y mas aún la turbia necedad de recordar el error cometido- agregó mientras se tocaba la costilla rota- que la herida en sí misma.

-Así se aprende a boxear, hijo.

-Si, claro, hablaba del box- dijo, mientras trataba de ocultar una sonrisa mas emparentada con el llanto que con la alegría-...el box.
Y se levantó, seguro de que aquella conversación no daría para más.

sábado, 20 de marzo de 2010

Y también del silencio...


Decía César Vallejo que "hay golpes en la vida tan fuertes...¡yo no sé!", con tan buena fortuna que incluso después de muerto la razón le persigue. Hay cosas en la vida tan, pero tan terriblemente fuertes que no queda otra respuesta más acertada que la duda. Y me pregunto si la duda -así de ambigüa, así de inaceptable- sería un motivo digno para vivir la vida. Es decir, nos cuestionamos: "¿Qué habría pasado si...?" o decimos: "siempre quise hacer esto, pero nunca lo hice..." y la vida, que aún sin estas disyunciones generalmente resulta desgraciada, se nos vuelca como un enigma insondable, una alternativa que murió en aras de una seguridad siempre inestable, y que nada nos predispone a alcanzarla. ¿Es acaso que la vida a sido incluída en otra especie de ecuación? Me explico: la expresión "vivir la vida" -a pesar de que la usé yo mismo- resulta estúpida, ¿a qué viene uno, a "morir" la vida? Hay que dejarnos llevar por la duda en el momento, disiparla, machacarla como la enemiga que es, que se ha introducido en una estructura espeluznante que apela a un proyecto de vida en el que los placeres y el sentir no vienen a cuento.

He dicho.

P.D. Con ustedes, Mister Pavese.

jueves, 11 de marzo de 2010

Focault tuvo la culpa.


Leí de nuevo a Rulfo. Y anticipadamente sé lo que ésta afirmación implica, no por la afirmación misma sino por la verdad del hecho que la sustenta. Leerlo nuevamente trae la duda intrínseca de mis cimientos, y de los ojos con los que he visto el mundo. Leer a Rulfo debiera ser una experiencia que no esté al alcance de cualquier mano -sin que un afán iniciático se apodere de éstas palabras- sino de aquella que esté plenamente conciente de lo que hace. De antemano habría que conocer las concecuencias, y que uno se induce a una muerte preciosa, suave e inmensamente poética, más poética que cualquier cosa en sí misma.
Conocedor de que, por principio todo aquello que me rodea, la estructura del mundo que me tocó pisar, está atravesada por las más estrambóticas prácticas, me sumergí en esta disciplina para observar las cosas con sospecha. Focault había insistido en la necesidad de separar los saberes, y de identificar la naturaleza de éstos mismos para dejar de llevarnos por el peso de uno u otro: cada cual posee una raíz distinta, sin un punto de comparación entre sí. Pero Rulfo mata. Focault me inunda de una aparente felicidad, la alegría que da encontrar la respuesta -temporal, eso sí- de un enigma atormentador, pero Rulfo lo hace patente, doloroso, sublime. Leer a Rulfo y confronta mi realidad con otras que viajan atemporales entre las páginas, hace que tome conciencia plena de la caducidad de mis propios saberes y, con ellos, de mi propia existencia. Leer a Rulfo te lleva a caer de lleno en aquella frase josealfrediana que reza : "La vida no vale nada".
Al menos hasta que se nos olvide, y tengamos que leer a rulfo de nuevo.

P.D. con ustedes. Mister Marinetti

domingo, 7 de marzo de 2010

Y si fuera cierto...

"Muchas veces he creído que el poeta es un guerrillero, un oportunista. El poeta ataca a quemaropa y en secreto, con palabras expansivas que van penetrando el cuerpo, y que una vez dentro, resulta de dificil extracción. El poeta busca acribillar los cuerpos muertos, para inundarlos de vida, de poesía..."

Pierre Saint-Claude, Conde de Albertville.

Declaro este blog, oficialmente abierto.